Lan es activista y cooperante, con más de 30 años de experiencia trabajando con coaliciones de la sociedad civil, movimientos ecologistas y organizaciones internacionales de defensa de los derechos de la mujer. Fue Directora Regional de Oxfam en Asia y ahora lo es de WWF.
¿Cuáles cree que son los retos actuales del sector de la cooperación?
Algunos de los retos que dificultan el sector de la cooperación en estos momentos son el continuo desequilibrio de poder entre donantes y receptores de subvenciones. El término que se utiliza a menudo para referirse a esto es «impulsado por los donantes», pero creo que también es «dominado por los donantes». La otra cara de la moneda es que los grupos del llamado Sur están demasiado fracturados para presentar un frente unificado que haga frente a los donantes. Sin duda, una de las razones es la dependencia de las subvenciones de los donantes para sobrevivir. Aparte de esto, las continuas amenazas a la seguridad de los trabajadores humanitarios y de desarrollo, y especialmente de los activistas y feministas, constituyen un enorme desafío.
No hay suficientes donantes que financien el arriesgado trabajo que realizan los activistas. De hecho, algunos donantes tienen aversión al riesgo y sólo financian proyectos y programas que no cuestionan el statu quo. En situaciones como la de Myanmar, donde el Estado ha tomado medidas drásticas contra los flujos financieros para aplastar a la sociedad civil de Myanmar, que depende de la financiación extranjera, las ONG internacionales se las han arreglado, sin embargo, para encontrar formas. Esto también es arriesgado para la propia ONGI, pero como los donantes de fondos están dispuestos a asumir el riesgo, resulta posible para algunas. En otras palabras, la esencia de los retos es redefinir lo que significa la cooperación en términos de poder, autodeterminación y agencia.
Creo que estos retos forman parte de la evolución de la cooperación internacional. En el proceso de profesionalización del sector, hay que gestionarlo como un negocio y la mitigación de riesgos, en particular el riesgo financiero y de reputación para el gobierno que respalda a los donantes y los intermediarios de las ONG internacionales, ha pasado a ser primordial. No hay nada malo en ello per se, y reconozco que son preocupaciones válidas. Pero esto debe contrarrestarse con otras consideraciones sobre la autonomía de los actores nacionales y la necesidad de apoyar su supervivencia, porque existen riesgos más graves si los Estados represivos consiguen aplastarlos totalmente.
¿Cómo considera que deben afrontarse?
Todos los miembros de los sectores de cooperación tienen un papel que desempeñar a la hora de afrontar estos retos. Se empieza por concienciar sobre el problema. Aunque la descolonización de la ayuda se ha convertido en una especie de palabra de moda, creo que este tipo de concienciación puede no estar tan extendida. Y en algunas ONG internacionales puede que haya algunos defensores, pero hay más defensores del tipo de pensamiento y enfoque dominante y antiguo de la ayuda al desarrollo.
Creo que otra forma podría ser experimentar e innovar con los modelos de financiación y organización. En el sector humanitario, la razón para utilizar a las ONGI como conductos son sus sistemas y procesos establecidos que supuestamente garantizan la responsabilidad financiera. ¿Existe alguna forma de que los agentes humanitarios locales establezcan servicios empresariales que igualen, si no superen, las ventajas de pasar por las ONGI?