Ha desarrollado su experiencia profesional de cooperación en África Occidental. Lleva 25 años en puestos de responsabilidad dentro de Oxfam, especialmente, en campañas. Tiene una amplia experiencia en el apoyo a programas y organizaciones sociales, incluyendo la influencia, el desarrollo organizacional, la gestión del cambio y el pensamiento y la planificación estratégicos.
¿Cuáles son los retos actuales del sector de la cooperación?
Actualmente me parece que el sector se ha quedado anacrónico, incapaz de adaptarse a un mundo mucho más homogéneo en su diversidad, donde la pobreza y las desigualdades están presentes en todas partes, donde no existe el desequilibrio con el que nació: un mundo rico y sabio (que cree saber cómo hay que hacer las cosas para avanzar hacia un desarrollo inventado por ellos), que ayuda a un mundo pobre e ignorante (perdido, según ellos, en búsqueda de su desarrollo). Ahora estamos frente a unos países ricos/donantes en crisis profunda, tanto de gobernanza, de ideología, de modelo económico y social, que no pueden “vender” su sabiduría, ya que está visto que no funciona, a unos países que están en crecimiento a pesar de su pobreza, que son jóvenes y llenos de energía.
A pesar de todo, los países donantes lo que no han perdido es su sentimiento inconsciente o consciente de superioridad moral, cultural e ideológica…, y este complejo de superioridad reenvía una imagen a los países receptores que no quieren aceptar más. Es ahí cuando el diálogo se rompe, la cooperación (en su sentido literal) se vuelve imposible. La poca confianza que existía entre las dos partes desaparece y el ejemplo de lo que está pasando está en el Sahel, con su aversión cada vez más pronunciada contra Occidente y que se cristaliza en la potencia colonizadora, Francia. Esa es una buena ilustración.
¿Cómo consideras que deben ser enfrentados?
Tradicionalmente las ONG del Norte han pedido desvincular la cooperación al desarrollo de la política exterior de los países donantes y la verdad es que no con mucho éxito. Puede que sea porque no es posible y que al final eso sirve solo para maquillar aún más los objetivos de la cooperación al desarrollo evitando decir la verdad. Puede que haciendo más evidentes y explícitos los intereses mutuos se pueda llegar a relaciones más sanas, donde cada uno ofrezca y pida lo que le es necesario.
Es evidente que de esta manera podrían quedar países y sectores huérfanos de ayuda al desarrollo y que habría que encontrar una manera de asegurar un reparto más justo. Sin embargo, esto podría venir de las instituciones regionales del Sur, en donde existe una visión más amplia de las riquezas y necesidades de los diferentes países y donde se podría entrar en una negociación liderada por el Sur sobre dónde, en qué invertir la ayuda y a qué precio. Es allí donde también se podría renunciar a una ayuda con un coste/beneficio no equilibrado.