Además de la corrupción que ha llevado al presidente ucraniano, Vlodymyr Zelensky, ha renovar parte de su cúpula ministerial a fines de enero de este año, la población ucraniana tiene que hacer frente a los estragos de la guerra. ¿Cómo lo están haciendo? En diferentes partes del país, las organizaciones civiles y las ONG internacionales llevan a cabo diferentes estrategias para sobrellevar este difícil contexto que les está tocando vivir.
ONG internacionales sobre el terreno
Comencemos hablando de organizaciones que hacen un trabajo mucho más en alianza y bajo el paraguas del Ministerio de Salud, trabajando en hospitales como Médicos Sin Fronteras. No es esta la imagen de las tiendas o de los de los hospitales de campaña que teníamos en África, en Medio Oriente o en Afganistán. Lo que se realiza en Ucrania es un trabajo mucho más en alianza con los centros de salud y no solamente en atención de urgencias (traumatismos, etc.), sino también en acompañamiento psicosocial como el estrés postraúmatico, una de las secuelas profundas de esta guerra.
Tuve la oportunidad de conocer en profundidad la labor médica la atención psicosocial, como del síndrome postraumático, y la recuperación fisioterapéutica de personas afectadas por lesiones o amputaciones provocadas por los bombardeos. El reto es buscar cómo ayudar a estas personas para que, de alguna forma, puedan recuperar cierta movilidad, su independencia o simplemente poder tener recursos físicos para moverse.
Otras organizaciones están trabajando el tema de la reconstrucción en aquellas zonas que han sido liberadas. El desafío fundamental es encontrar fondos para hacerlo, pero no se trata solamente de reconstruir una vivienda. En los últimos meses, ha habido un ensañamiento por parte del ejército ruso en la destrucción de todas las plantas de generación de energía. En Mikolaiv, por ejemplo, habían destruido el sistema de potabilización de agua. Al abrir el grifo no te puedes ni lavar los dientes porque el agua es salada; te duchas y es como ducharte en el mar. Por eso, hay colas de gente en algunos puestos de potabilización de agua, lugares promovidos o construidos por organizaciones locales y por los ucranianos y ucranianas que llevan años en el extranjero, y que hacen una inyección de dinero muy fuerte para poder intentar rehabilitarlos.
El tema de servicios sociales básicos como agua o como electricidad son un desafío enorme, sobre todo en invierno. Sin electricidad y sin agua caliente se pueden imaginar lo duro que es: hace poco en estábamos a 10 grados bajo cero en el Dombás y tres en Kiev o dos en Odesa. Son inviernos muy duros y el desafío es de sobrevivirlos como sea.
Otra de las grandes iniciativas de la gente, de acción más directa, tiene que ver con la adaptación de centros culturales o lugares donde la gente convergía en centros de acogida, de distribución de comidas, de abrigos, etc. Gran parte de la sociedad civil está movilizada para intentar que la gente sobreviva, que tenga un plato de comida caliente, un abrigo y un par de zapatos para no pasar frío.
El Kherson pudimos acompañar a Lylia, que diariamente visita a varias mujeres mayores, como Svetlana, que resisten a los bombardeos refugiadas en sus hogares. En estos tiempos las políticas de cuidados son promovidas y sostenidas por la propia ciudadanía que acompaña con alimentos, abrigo y compañía. La soledad de las personas mayores y dependientes tiene el rostro de Svetlana.
Lecciones aprendidas tras la pandemia
A nivel educativo, también encontramos a muchas organizaciones como Educo, que acaban de sacar un informe muy interesante de acceso a educación en tiempos de guerra. El desafío es cómo intentar que una generación de niños y niñas no pierda un año lectivo. Pero aparte de estas organizaciones internacionales, encontramos también la labor de la sociedad civil.
Muy iniciada la guerra, en mayo, recuerdo que las profesoras en Irpin o en Bucha, a las afueras de Kiev, ya estaban dando clases online a niñas y niños que estaban en España. Aquel entonces, entrevisté a una mujer que estaba dándole clase a 10 niños en Ossona, cerca de Barcelona. Con este ejemplo, vemos que la iniciativa quizás no era tanto desde el Ministerio de Educación, pero sí desde los profesores y las profesoras agrupados para que los niños y las niñas no pierdan la oportunidad de seguir conectados y aprendiendo en el exilio.
Estas formas de trabajar venían como lecciones aprendidas de la pandemia, en la que toda esta dinámica de acceso a formación o de generar cohesión social a través de las video llamadas, ya venían siendo practicadas. Para los profesores no era algo complicado gestionar esto y es bueno saber que intentaron articular formas para que los niños y las niñas en los países vecinos no perdieran el año lectivo.
Rescatar la memoria para encontrar justicia
Otra labor en relación con la defensa de derechos humanos es el trabajo de organizaciones para recoger evidencias sobre crímenes de guerra. Con ello, buscan desarrollar una causa para llevar a Putin al Tribunal Internacional y así juzgarlo por dichos crímenes. Allí es donde entran los casos más icónicos del conflicto como es el de Bucha, pero también otros.
En un pueblo a las afueras de Chernigov, habían matado a 200 personas y no las habían podido enterrar. La gente solo los había podido enterrar en los patios de las casas porque era muy peligroso salir del pueblo e intentar hacerlo en el cementerio. Otras personas quedaron sepultadas directamente entre las ruinas su hogar, esperando hasta que haya recursos como para remover los escombros y rescatarlas, que está pasando en muchos sitios.
Estas organizaciones están recogiendo evidencias sobre eso y, también, sobre las violaciones, las torturas, etc. Lo que sucedió en Bucha, las decenas de personas maniatadas y asesinadas, fosas comunes, es una cartografía del horror de la guerra que se ha repetido en varios sitios en Ucrania y también se están levantando esas evidencias.
Por otro lado, están los presos y las presas civiles, personas secuestradas por el ejercito ruso tras la ocupación. Fundamentalmente, lo que se hace es recoger evidencias de aquellas personas que han sido detenidas y han sido llevadas directamente a prisiones de Rusia y luego, en algunos casos, intercambiadas por prisioneros. En otros casos, hay personas que han sido devueltas por la presión que hicieron estas organizaciones, también a nivel internacional, para que fueran liberadas.
Ese fue el caso de Victoria, a quien conocí en Kiev. Ella es profesora de informática de una escuela a las afueras de Kiev. Cuando el 24 de febrero invaden los rusos por el norte, bajando desde Charnigov por la ruta principal, ella se entera y decide ir a ver a sus padres que vivían en un pueblito entre la frontera con Bielorrusia y Kiev. Allí, ella es testigo de cómo el ejército ruso entra al pueblo de sus padres, por lo que deciden quedarse encerrados sin salir a la calle.
Victoria comienza a informar a un comandante ucraniano sobre los movimientos y las posiciones de los rusos. Desde la ventana, ella tomaba fotos, sin salir afuera. Sin embargo, a los cuatro o cinco días, los rusos llegaron y le revisaron toda la casa, de arriba para abajo, y al encontrar el teléfono se la llevaron seis meses a Rusia. La hicieron desfilar por Bielorrusia y después la enviaron a Rusia, donde le hicieron peregrinar y sufrir por varias prisiones.
Ella cuenta en su testimonio que fue torturada, maltratada físicamente y psicológicamente, hasta que su caso lo llevan a un tribunal en Luxemburgo y al final la liberan, devolviéndola junto con otros detenidos. Como el caso de ella, hay tantas historias positivas que terminan en liberaciones, pero también hay otras personas que todavía se encuentran presas en Rusia.
Escepticismo ante la cooperación al desarrollo
Me cuesta pensar que la ayuda oficial al desarrollo en este contexto puede llegar a funcionar. Hay unos niveles de corrupción enormes acá. A pesar de ello, he visto que iniciativas de pequeñas organizaciones o entidades que están intentando recabar fondos para comprar comida y abrigo, funciona. Esta gente junta el dinero y lo invierte directamente en el supermercado o en comprar mantas. En este tipo de iniciativas sí se puede decir que hay transparencia.
Pero otro tema que podemos mencionar, es el caso de las organizaciones de defensa de Derechos Humanos. Hay quienes están buscando alianzas con otras organizaciones en Europa. Así conocí a Natalia, una persona muy seria y que se ha recorrido Europa para hacer sostenible su organización. Ahora, tienen una campaña que se llama Prisioner Voices, en el que, con el apoyo de diferentes organizaciones europeas, crean un dossier donde recogen los testimonios de personas de detenidas, con una mirada muy estratégica de incidencia política.
Han recogido, por ejemplo, el testimonio de un ciudadano español que estuvo detenido en Mariupol y está ahora en una prisión rusa. Ese testimonio les permite conectar con organizaciones de defensa de DDHH en España, para buscar apoyo y levantar este caso a nivel de internacional e, incluso, recoger recursos para hacer sostenible sus tareas.
La publicación de estos casos les permite conectar con otros países donde el tema de la memoria histórica se está trabajando como en Alemania. No obstante, en España todavía les cuesta mucho avanzar porque no es un país donde haya una voluntad clara de revisar la historia de la época dictatorial.
Recomendaciones para organizaciones civiles para ayudar a Ucrania
Lo primero es ver cómo una ONG trabaja. Hay algunas que trabajan dentro del país y otras que su labor está en la frontera. Es importante ver qué tipo de alianzas esa organización internacional ha construido con organizaciones locales, porque es gracias a estas últimas que pueden trabajar ahí.
Por eso, las organizaciones deberían dejar de hablar solo de sus marcas y presentarse como una organización que trabaja con aliados. Si las organizaciones internacionales no trabajan con aliados, no tendrían acceso a este pais. Todas las organizaciones hablan de ellas mismas como si ellas trabajaran directamente, cuando no es así. En esta cuestión de como explicar el trabajo que realizan, se debería ser mas transparentes, incluso con una mirada decolonial, porque ¿quién mejor para saber lo que es mejor para los ucranianos que ellos mismos?
En cuanto a las campañas de reconstrucción que organizaciones internacionales puedan estar promoviendo, debo decir que es ahí donde no se alcanza a ver las evidencias. Las reconstrucciones de los países en la posguerra son el mayor negocio, con unos niveles de corrupción con total impunidad. Los ejemplos clásicos son Kurdistán o, en el caso que empiece a estabilizarse, Siria. En el tema de la reconstrucción hay mucho dinero de por medio y ahí es donde se genera un agujero negro de gestión financiera, que invita a la corrupción de una forma tremenda. Eso es lo más delicado y lo que quizá la gente más está esperando: que el país se empiece a reconstruir, pero es lo más crítico pues se tiene que hacer una gestión rigurosa y transparente del dinero que se envíe desde fuera.
Si estuvieras en un periodo de paz quizás podrías trabajar cómo generar procedimientos que cuestionen la hegemonía del poder que obstaculice las estructuras corruptas. Aunque es un proceso muy largo, es un trabajo en el cual la sociedad civil y ciertas estructuras activistas contestatarias pueden cuestionar el poder. Es necesario encontrar formas de generar mecanismos para mitigar la corrupción, reducirla y que no le quite el pan a la gente, ni la oportunidad a tener una escuela, una sanidad digna, tener cierta seguridad y estabilidad, una vida digna como la gente se merece.