Editorial
Este #8M, nuevamente llenaremos nuestras redes sociales de mensajes a favor de los derechos de las mujeres. Alzaremos el puño y reivindicaremos, unos y otras, nuestro compromiso feminista. Sacaremos del cajón el pañuelo verde y participaremos en algunos de los tantos espacios junto con nuestras organizaciones socias o aliadas. Hay razones para ello, el compromiso feminista es uno de los mayores logros de la cooperación internacional con resultados tangibles.
No era así hace unos años. En casi todas las organizaciones, se decía que priorizaban los derechos de las mujeres, en el mejor de los casos. Daba un poco de vértigo la palabra feminismo.
Es más, las compañeras que se reivindicaban feministas no eran tan bien vistas, no se les ponía fácil ni eran influyentes en los órganos directivos. Confesémoslo, esto especialmente en las ONG de origen cristiano o sindical.
Como nos señala AWID, menos del 1% de la ayuda al desarrollo va destinada a la agenda feminista y gran parte de las ONG internacionales dependen de recurso públicos. Si bien no hay datos, esto supone que una parte todavía pequeña de los recursos de las ONG va destinado a apoyar la agenda feminista en el Sur global.
Históricamente las áreas que más apoyadas han sido el empoderamiento económico, político, y el derecho a vivir libres de violencias. Otros derechos como los sexuales y reproductivos, especialmente el derecho al aborto han sido menos apoyados. Son pocas las ONGI que tiene una política de cooperación sobre el aborto libre, seguro y gratuito, los vientres de alquiler, el trabajo sexual o la agenda trans. Ahí nos falta reflexión, junto con las organizaciones sociales con quienes trabajamos,
Otro asunto importante es en los países donde las organizaciones feministas están más amenazadas. Aunque ellas requieren de nuestro más que nunca, respaldarlas puede suponer nuestra expulsión del país o un riesgo con el donante. Eso nos pasó por ejemplo en Nicaragua o en Venezuela, donde el movimiento feminista ha recibido muy poco apoyo los últimos años.
No apoyar las agendas feministas tiene un costo muy alto. Muchos sindicatos, organizaciones campesinas o indígenas todavía tienen recorrido feminista por hacer. Hay muchas resistencias y siguen imperando las lógicas patriarcales. ¿Cómo lo manejamos en estos casos? Cuando presionamos del lado de la cooperación internacional tachan a las ONGI de tener lógicas coloniales por condicionar y no hacerlo supone perpetuar actitudes discriminatorias hacia las mujeres. En las áreas rurales, de África y América Latina, por mucho que nos pese, el hombre sigue teniendo el control y es esta una realidad que debemos también enfrentar.
Debemos a su vez tener cuidado con las modas. Llevamos dos años dando un mayor impulso a la agenda de los cuidados y es esta de una enorme necesidad, pues como ninguna otra refleja la desigualdad entre hombres y mujeres, además de la remuneración.
Pero todavía otras agendas igualmente importantes continúan siendo necesarias como la violencia contra las mujeres. Debemos así complementar esfuerzos, asegurar apuestas a largo plazo y apoyos sostenidos a las organizaciones feministas que las impulsan en los países.
Algunas últimas preguntas para seguir pensando los próximos meses: ¿Cómo apoyar colectivas que también deciden mantener y funcionar con otras formas que no suelen ser compatibles con los requisitos de las ayudas?, ¿Cuando los movimientos feministas exigen a donantes que les transfieran los recursos directamente?, ¿Cuál es el valor agregado que como ONGI debemos de proveerles?, ¿Cuál no?
Así, son estos algunos de los asuntos que, después de conmemorar el #8M, debemos de seguir reflexionando y actuando juntas para estar a la altura de lo que supone decir que somos una cooperación feminista ante los movimientos feministas que en países tremendamente complejos llevan dejándose la piel. Desde Sherwood trataremos de aportar con humildad nuestro grano de arena, y esperamos que sea con ustedes.