Comgo es la primera comunidad de impacto digital que brinda a las organizaciones e individuos las herramientas adecuadas para administrar, rastrear, medir, certificar e informar el impacto social y ambiental en tiempo real para sus stakeholders. Conversamos con Arancha Martínez Fernández, cofundadora de las ONG It will be y Comgo, para saber más de su trabajo y cómo desde Comgo se puede contribuir al debate de la decolonización de las ONG.
The Sherwood Way (TSW): Explícanos con palabras sencillas qué es Comgo y cómo ayudan al sector de la cooperación.
Arancha Martínez (A.M.): En Comgo llevamos trabajando en innovación tecnológica para el ámbito de la cooperación desde 2017, que es cuando surgió la idea de una plataforma digital para el bien común, precisamente. Lo que hacemos es mucho trabajo de investigación e innovación para ver cómo tecnologías nuevas, como pueden ser el blockchain, la economía de tokens, que suenan todavía bastante nuevas, pero que ya hace años se empezó a trabajar con ellas, en cómo pueden ayudar a que el sector pueda ser mucho más transparente, mucho más eficiente.
Para nosotros es muy importante que se pueda descentralizar la forma en la que gestionamos el impacto, creemos que en la cooperación cuando hay tantos roles en diferentes países es importante que la participación sea mucho más igualitaria, más equitativa y que realmente se pueda dar mucha más voz a las personas beneficiarias finales de los programas de las comunidades para juntos, de manera mucho más colectiva, podamos contribuir a ese bien común.
TSW: ¿Y cómo podrías explicarnos lo que significa tecnología de blockchain?
A.M.: La plataforma que hemos construido tiene un componente importante de blockchain para alguna de las funcionalidades, pero no es lo más importante. Siempre digo que las tecnologías nos ayudan a conseguir lo que queremos hacer. En ese sentido, blockchain es una tecnología que permite probar que lo que dices que ha sucedido, ha sucedido en verdad; permite poder registrar información de manera inmutable en redes públicas accesibles para todo el mundo. Entonces, nosotros lo que hacemos es utilizar blockchain para que se puedan certificar datos de impacto directamente desde la fuente, en las comunidades donde se ha generado ese impacto, y que eso se quede registrado (con sus datos de geolocalización, de dónde se ha certificado la información, etc.,) de manera inmutable en entornos transparentes para todo el mundo.
Este es un tema muy concreto de lo que hacemos, esa parte de certificación, porque nos parece importante ir hacia un modelo donde esa auditoría de impacto, nos ayude realmente a saber que se están transformando las realidades, que hay un impacto social real, una transformación social, saber que esa información viene de donde tiene que venir, que es de las propias comunidades. Es ahí donde hemos visto el uso de esa tecnología.
Por otro lado, el otro de los componentes, también de estas nuevas tecnologías que estamos utilizando, es el concepto de “tokenización”. Hemos visto que es muy interesante porque el impacto no se genera únicamente con dinero; al final la transformación social se da con muchos más tipos de contribuciones, a veces más intangibles, financieras, difíciles de medir.
Entonces estamos haciendo mucha investigación para ver cómo esos intangibles (como puede ser el tiempo, la influencia, el network y otras contribuciones súper relevantes para hacer cambios sociales) se pueden tangibilizar gracias a esta tecnología, así poder trazar y entender mucho más ese impacto. Son tecnologías que nos están ayudando mucho en la plataforma a conseguir lo que realmente queremos conseguir que es más fiabilidad y calidad de datos de impacto, conocer mucho mejor qué es lo que genera ese impacto, esas transformaciones sociales, para poder tomar mejores decisiones desde el sector y apostar por esos programas o proyectos que realmente están generando esos cambios.
TSW: ¿Cómo se vincula vuestro trabajo con el candente debate de la decolonización de las ONG?
A.M.: Antes de empezar a trabajar en Comgo he estado muchos años gestionando una ONG de cooperación, he estado trabajando desde India muchos años. También he trabajado gestionando una ONG en España… tengo un poco esa vigilia desde esos dos países y cuando volví a España para mí fue muy llamativo darme cuenta de que muchas veces el trabajo con socios locales, “las contrapartes”, está muy invisibilizado.
De hecho, recuerdo un comentario una vez que alguien dijo “no hables mucho de contrapartes porque lías mucho al donante” y yo decía: nosotros estamos contribuyendo con una financiación, con procesos de innovación, con capacitaciones, pero realmente el impacto lo están generando los socios locales, lo están generando equipos liderados por personas en terreno que son quienes tienen que tener ese protagonismo y quienes tienen que ser visibles. Por eso, me pareció evidente que el sector necesitaba una transformación muy profunda en cuanto a poner mucho más en valor el trabajo que se está haciendo desde las propias comunidades y encontrar la manera de modificar un poco los roles y, por supuesto, los protagonismos y los egos que se dan y que no hacen que el público en general al final (el donante de a pie, el ciudadano) entienda realmente los roles que cada entidad está ejerciendo dentro del ámbito de la cooperación. Ahí es cuando pensamos si utilizamos la tecnología para descentralizar la gestión del impacto, descentralizar la comunicación.
No entiendo muchas veces por qué la comunicación la tiene que hacer la entidad internacional que está financiando el proyecto, cuando realmente la comunicación hoy por hoy con las nuevas tecnologías se puede hacer de manera inmediata, a tiempo real, a través de una red social y demás. Ahí es donde Comgo lo que hace es, a través de un sistema de permisos, que cada rol dentro de la plataforma pueda tener más participación, más voz, más visibilidad e(t incluso generar nuevas interacciones: que un ciudadano que está haciendo una donación para un proyecto en el ámbito del desarrollo pueda perfectamente interactuar con una persona en la comunidad en la que se está desarrollando el proyecto, sin la intermediación que ahora mismo hay.
TSW: Nos interesan mucho algunos proyectos como TogetherforSDGs o Stopcovid, cuéntanos de sus resultados.
A.M.: Ellos fueron dos de los grandes pilotos que nos han enseñado más durante la fase de I+D en estos últimos años. El primero, TogetherforSDGs, se realizó en colaboración con los labs de innovación tecnológica de Naciones Unidas, en concreto con el equipo de Malasia, que fue además nuestro primer piloto con la tecnología. El objetivo era probar cómo nuestra plataforma podía ayudar a acelerar algunas de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) seleccionados como prioritarios por parte del gobierno.
Dentro del piloto, se daba cabida a tanto ONGs como empresas sociales, ciudadanos, academia. El objetivo era precisamente ver cómo una plataforma alineada en objetivos sociales donde pudiese haber una serie de interacciones que se pudiesen trazar y ver en tiempo real la consecución de esos programas, cómo podía incrementar el compromiso de la ciudadanía gracias a la transparencia y, por tanto, acelerar los ODS que era el objetivo del proyecto.
Pues los resultados de ese primer piloto nos ayudaron mucho a entender que lo que habíamos desarrollado tenía mucho valor en cuanto a la comunidad digital que se creaba, ella alineaba en torno a los mismos objetivos y, de alguna manera, todo el mundo se apropiaba mucho más del proyecto y lo hacía más suyo. Eso era importante. Además, entendimos que ese concepto de trabajar en plataforma con compromisos y metas comunes, con una narrativa y a nivel de, por ejemplo, cómo llamamos a las cosas, con los mismos nombres, ayudaba también a ordenar, a que hubiese más eficiencia y que no se duplicasen proyectos que al final hacen lo mismo, pero caminan de manera independiente. En definitiva, que pudiese haber ese “match” entre necesidades y recursos gracias a la tecnología, y de esta manera poder ir un poquito más rápido.
Otro tema que aprendimos, y que luego confirmamos con el piloto de Stopcovid, es que a los que contribuyen o, como digo yo, los que tenemos el privilegio de poder contribuir a los programas ya sea con tiempo, dinero o con lo que sea, no nos importa tanto cómo se ejecuta el proyecto a nivel financiero, sino el impacto que genera realmente. Entonces, nos hizo pivotar a nivel metodológico y, por tanto, también a nivel tecnológico, a no tanto trazabilidad financiera, sino trazabilidad de impacto y, gracias a esa trazabilidad tan fiable que te da este tipo de tecnologías, poder ir hacia un modelo donde quien contribuye puede trazar exactamente los resultados e impactos que generan sus contribuciones.
En Stopcovid, que fue un piloto que hicimos en España durante la pandemia, lo que hicimos fue poner la tecnología a disposición de ONG y empresas sociales que estuviesen trabajando para paliar los efectos de la covid-19. Ese fue un piloto súper interesante porque más de 130 ONG o empresas sociales utilizaron la tecnología. He de decir que no muy bien porque bueno no se puede adoptar este tipo de tecnologías así muy rápido, ya que hace falta mucha culturización; pero fue un aprendizaje precisamente para entender en qué tipo de programas sí se podía implementar más rápido y en cuáles hacía falta mucho más trabajo de concienciación a nivel de cambios de mentalidades.
Está es una tecnología que no es que responda una necesidad del mercado tal cual, es una tecnología que hace un cambio en la mentalidad de cómo se gestiona el impacto, en la comunicación. Las organizaciones se dan cuenta que hace falta mucha más capacitación en temas de digitalización también en el terreno, entonces es una tecnología que requiere también de paciencia.
El aprendizaje más grande no fue tanto en la parte más de gestión y cambios de mentalidades, sino lo que fue también súper relevante fue ver que más del 70% de las contribuciones que se canalizaron a través de la plataforma para los proyectos eran de personas jóvenes que es un tema muy relevante para la cooperación. En general, en el tercer sector, está costando mucho a las ONG llegar a los jóvenes y de repente una experiencia de donación más transparente hacía que los jóvenes se animasen más a contribuir.
TSW: Hablemos de problemas concretos, hace un tiempo nos dijo una ONG en Guatemala que presentaban 80 informes al año para un presupuesto de 3M de euros, ¿cómo solucionamos ese problema?
A.M.: Como siempre digo, la tecnología si en algo nos ayuda en el sector es precisamente a incrementar nuestra eficiencia. En nuestro sector en concreto, todo lo que tiene que ver con rendición de cuentas es un trabajo que tenemos que hacer cada vez más y mejor, y a veces te encuentras con organizaciones que gestionan poco dinero y, sin embargo, necesitan el mismo nivel de rendición de cuentas que una entidad que gestiona muchísimos millones.
De hecho, desde Comgo trabajamos principalmente con entidades más pequeñas quizás porque son más ágiles a la hora de abordar un proceso como el que planteamos. Entonces, nos encontramos con organizaciones muy pequeñas que dedican un porcentaje muy grande del tiempo a trabajos, por un lado, para acceder a fondos (escribir proyectos y tratar de adaptarlos a las financiaciones); y luego, por otro lado, cuando consiguen la financiación (que para conseguirlo igual han tenido que escribir 50, con lo cual eso ya es un tema bastante importante a nivel de ineficiencia que hay que resolver) también tienen que hacer una cantidad de reportes, cada uno diferente, porque el financiador lo exige de diferentes maneras, en diferentes plataformas.
Por supuesto, también hay que añadir la parte de “due diligence” por la que hay que pasar a nivel burocrático y luego las auditorias tanto financieras como de impacto, más los sellos de calidad… Al final, acabas efectivamente pasándote un tercio del año con el equipo trabajando en todo esto y ahí la tecnología juega un papel clave.
Dentro de Comgo trabajamos en todos estos temas. En ese sentido, a nivel de “due diligence”, de diligencia de vida de las entidades, estamos tratando de generar eficiencias. Por otro lado, en la parte del reporte, lo que hemos hecho es crear una metodología de digitalización de las estrategias de impacto del proyecto a nivel de descripción, problema, localización, etc…
En cuanto a la parte del impacto, hemos estandarizado cómo subir la teoría de cambio de un proyecto: hay mucha flexibilidad, se pueden customizar indicadores y muchas cosas, pero hay unos mínimos que sí tienen que están alineados con los estándares internacionales, con lo que los financiadores suelen requerir. De tal manera, si utilizas ese módulo de nuestra plataforma al final del proyecto o a los tres meses o a los seis, tú puedes decidir que sacar un informe del primer semestre del año (o cualquier otra fecha), le das a un botón y te automatiza un informe para ese periodo.
Con esa estandarización, también estamos escuchando mucho a los usuarios, financiadores, gestores de impacto, para precisamente ir mejorando con el feedback de todos y llegar a un modelo de reporte que pueda ser útil para la gran mayoría de los financiadores y evitar tener que hacer tantos reportes.
TSW: Con respecto a la mejor distribución de poder: ¿cómo la tecnología puede ayudarnos a que haya una relación más equilibrada entre organizaciones sociales y ONG internacionales, con una rendición de cuentas mutua y no únicamente en una misma dirección?
A.M.: Para nosotros eso es clave y en Comgo hablamos siempre de descentralizar los procesos de gestión de impacto y cuando decimos gestión también decimos reporte, medición, todo. Lo que hacemos es que cuando tú subes esas estrategias de impacto, esos proyectos a la plataforma, tenemos otra funcionalidad donde también invitas a todos los grupos de interés al proyecto dentro de la plataforma. Entendemos que en algunos casos no es fácil. Estamos viéndolo en algunos proyectos que bueno pues por temas de capacitación en temas digitales cuesta un poquito que un usuario en la plataforma tenga algunos de los roles como pueden ser los usuarios finales en las comunidades.
Yo ahí siempre insisto que hay que hacer el esfuerzo por parte del sector porque vamos hacia un mundo cada vez más digital y creo que si queremos garantizar los derechos de los colectivos más vulnerables, pues nos ponemos las pilas en evitar esa brecha digital y en capacitarles para que tengan voz y participación en el ámbito digital, o no estamos realmente cumpliendo. Es que los derechos también tienen que cumplirse en el ámbito digital cada vez más.
Es verdad que estamos permitiendo que algunas de las interacciones con el proyecto en la plataforma se hagan, por ejemplo, a través de un SMS o un WhatsApp (en el caso de una validación) para no tener que crear un email. También, tendríamos que hablar del acceso a internet que es otro derecho fundamental que hay que solucionar para poder seguir avanzando en estas plataformas…Y aunque intentemos que sea lo más accesible posible en ese sentido nuestro objetivo último es que todos los usuarios de un proyecto con cualquier rol (da igual que sea un rol donante, receptor, un rol usuario, voluntario o auditor) estén en la plataforma precisamente para que los usuarios que son parte de ese proyecto tengan acceso a esa transparencia y al estado del proyecto en tiempo real y que la rendición de cuentas precisamente sea para todos ellos.
Hablamos también de reporte multicapa, porque es verdad que no todos los grupos de interés necesitan ver la misma información, ni tienen los mismos intereses, y hay que hacerla más accesible dependiendo de cómo consumen esa información. No es lo mismo lo que quiere ver un inversor de impacto, un donante, que lo que quiere ver la propia comunidad, qué está pasando con el proyecto. Pues ahí estamos trabajando mucho en ese diseño de reportes multicapa, para que cada uno pueda acceder y ver lo que necesita ver, pueda consumir lo que tenga que consumir; pero el objetivo es esa rendición de cuentas descentralizada que pueda ir en todos los sentidos y esos espacios transparentes, que al final la tecnología es muy básica, son muros donde cualquier usuario, cualquier participante de un proyecto, pueda dejar comentarios, pueda dejar su feedback y puedan interactuar unos y otros.
TSW: Por último ¿Crees qué la Cooperación debería cambiar o mejorar? ¿Cómo o en qué?
A.M.: Desde mi humilde experiencia creo que precisamente donde hay que poner mucho esfuerzo para realmente transformar la cooperación es en esos cambios de dinámicas de poder que se dan. Yo estuve, como digo, en los dos lados. He estado durante mucho tiempo en el lado más receptor y luego estuve desde el lado del donante. La realidad es que (y eso es un tema que no va de marcas o que también, seguramente, pero para mí es está dentro de las personas que tenemos en un momento dado un rol u otro) podemos sin ser conscientes meternos un poco en cómo es el sector, en el status quo, y ejercer ese rol de gorro de financiador y cuando tienes ese rol pues de alguna manera tienes como más poder, porque tienes más poder de decisión de “qué se puede cambiar con esa financiación”; y, desde el otro lado; tienes ese rol un poco más de “necesitamos la ayuda y si tengo que decir esto lo digo porque así no pierdo la oportunidad y si me desvío un poquito de la misión ya veremos cómo reconducimos el proyecto pero es que hace falta esta financiación”. Yo he vivido un poco esas dos situaciones y me da pena el darme cuenta de que el dinero tiene ese poder tan importante en las personas y nos hace actuar de maneras diferentes en función del rol que tenemos.
Yo creo que ahí hay que ser mucho más conscientes y concienciar mucho más a todos los participantes dentro de la cadena de valor. Decir “oye es que son objetivos comunes”, a algunos nos ha tocado y somos muy afortunados de estar en el lado más privilegiado; otros están en el otro lado, pero hay que ser conscientes de en qué lado estás, pero que la misión es común. No creo que vayamos a resolver los grandes retos sociales sino tenemos la humildad desde el lado del donante de dar un paso atrás y decir “que den el paso adelante quienes realmente están viviendo los problemas”, pues son los más conscientes de lo que está pasando en el terreno, saben lo que se necesita para cambiar las cosas y quizá no tienen el poder que te otorga el dinero, pero tienen las ideas y la necesidad de que se solucione. Con lo cual creo que hay que cambiar esas dinámicas.
Hay que no solo dar voz a las comunidades, y cuando digo dar voz no es hablar por ellos (que es lo que ahora las ONG muchas veces hacemos), sino que también las ONG tenemos que darles el micrófono a las comunidades para que sea desde allí desde donde realmente se diseñan los proyectos, las políticas, los programas y los que contribuimos juguemos un rol más de socios. Creo que ahí hay mucho que hacer y entender que todos estamos en lo mismo. Y por otro lado, que si no hemos resuelto los grandes retos sociales hasta la fecha claramente hay que innovar y ver qué está fallando. Ser muy humildes y tratar de buscar nuevas formas de hacer las cosas.
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